Me
asfixian los tonos grises
de las
estatuas vivas cansadas de patear baldosas
de las densas
nubes de carbono que opacan la primavera
y de la
niebla y las cenizas, que no son del paraíso.
Me queman las miradas de los rostros monocromáticos
que dejan
rastros desapercibidos
de vidas tristes sin sentido
ni objetivo
carentes de
sustancia y materia del mismo color.
Me dan
vértigo las veredas, los cordones
sus juegos
de líneas abstractas
su estrecho
tránsito de
hormigas ciegas
sus planicies
sin gracia, sus bocas de tormenta
plagadas de desgracia, rebalsan
nostalgia y destilan mal olor.