En su huida de refugiada, ráfagas de espuma carmesí la
alborotaron
alteraron su inestable equilibrio y la arrastraron al fondo
del mar.
Sobre maderas podridas e hinchadas de viejos buques
flotaron el dolor,
la tristeza,
el recuerdo de lo perdido, de lo posible que fue imposible
posiblemente pensado.
Y en cofres de nácar junto a los restos del naufragio
se hundieron sus hijos huérfanos
granos de arena
perlas aun sin cultivar.
Desde el mástil del barco el vigía esperó
en noches de gaviotas ausentes encalló sobre sus costas
Capri fue testigo de su encuentro.
De él nació una mujer “cola de pez”
doncella de las olas,
princesa del agua,
hija del mar.
Viajó siguiendo el recorrido de la corriente
desembarcó en un nuevo puerto,
tomó baños de luna
se convirtió en loba
estiro las piernas
y salió de nuevo a buscar
ansias de SUPER-VIVIENCIA
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